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Mala suerte

martes 16 de julio de 2013

Un día te miras en el espejo por la mañana y cuentas más canas que años. Las arrugas empiezan a hacerse más evidentes y no puedes evitar preguntarte ¿Qué ha pasado?

La vida no es más que una serie de decepciones y un conjunto de palos. Cuando somos pequeños, vemos a los adultos como si fuesen de otra especie o planeta. «Nunca seremos como ellos» pensamos. Nos imaginamos el futuro lleno de oportunidades y sin preocupaciones.

Cuando llegamos a la adolescencia ya hemos probado del amargo sabor de la experiencia, pero no es suficiente para echarnos para atrás. Nos creemos en la mejor posición del mundo: seguimos sin ser los adultos que tan diferentes a nosotros nos parecen y seguimos conservando la ilusión y fantasía de poder amoldar el futuro como imaginábamos de pequeños. La rebeldía en su máxima expresión.

Crecemos cuando por fin nuestro espíritu es doblegado. Tal es la cantidad de golpes recibidos que somos nosotros los que cambiamos. Nuestros sueños se adaptan para hacerlos más realistas. Somos conscientes de nuestras limitaciones y de las de la sociedad. Y nos convencemos de tal forma que no somos conscientes de que nos hemos convertido en lo que no queríamos ser de pequeños.

Vivir aventuras emocionantes como en las películas. Viajar a lugares en los que nadie ha estado antes. Ser los primeros en descubrir algo que enseñar a los demás. Ponerle el nombre a algo y ser recordado por ello. Todo, todo ello se transforma. Las aventuras emocionantes se quedan en criar a un hijo. Los viajes a lugares inhóspitos se quedan en la esperanza de poder disfrutar algunas vacaciones lo más lejos posible. Y sólo seremos recordados como un número en una sociedad empeñada en clasificar hasta las emociones en una tabla.

Sólo algunos, muy pocos privilegiados, son capaces de que una pequeña parte de ese niño sobreviva en un mundo cruel y desgarrador de almas. Y tenga al menos la oportunidad de cumplir sus sueños. Los demás, nos tenemos que conformar con encontrar nuestro sitio y cumplir unos sueños que nunca han sido nuestros.

Somos la única especie animal del mundo capaz de plantearse su propia existencia. Hemos tenido mala suerte.

Categorías: Reflexiones
  1. miércoles 17 de julio de 2013 a las 09:36

    ¿Mala suerte? Al contrario, tal y como yo lo veo es buena suerte. Plantearnos nuestra vida es lo que nos permite tener una perspectiva de ella y saber que donde estamos no es donde queremos estar. La pregunta es: ¿qué vamos a hacer para salir de ese lugar? Obviamente si nos quedamos envolviéndonos en nuestra mierda si querer salir de ahí, desde luego, el mundo es de todo menos atractivo.

    Sacar al niño no es difícil, es cuestión de darse permiso para hacerlo y honrarle y no autosabotearnos cada día.

    Querer es poder y si dices que no puedes plantéate qué puedes cambiar para recuperar tu libertad.

    Un abrazo.

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